Memoria, verdad y justicia, qué tres tremendas palabras, ¿no? Hay que respetarlas, honrarlas con hechos y actitudes.

Tener memoria, no olvidar y decir la verdad. Sin mezquindades, sin que estén condicionadas por nuestras creencias  y prejuicios ideológicos o político partidarios.

Hacer justicia, la del estado y también la nuestra, que no consiste en atacar a nadie sino, al menos, no engañarnos a nosotros mismos tratando de ver tan solo blancos y negros, cuando existe en esta, nuestra historia reciente, un montón de grises que no podemos dejar de reconocer.

Primero y ante todo, repudio el golpe militar y la salvaje dictadura que trajo esa interrupción del proceso democrático. Además de las muertes que provocó, el desastre económico que dejó todavía lo estamos padeciendo. La gran deuda externa de las últimas décadas del siglo pasado fue creada por el gobierno fascista de la junta militar y el programa neoliberal económico de José Alfredo Martínez de Hoz y Domingo Cavallo. Hay que decirlo para respetar a la palabra MEMORIA.

Es cierto también que la Democracia todavía no resolvió la problemática económica de nuestro país y tenemos más pobres que antes, claro que debemos decirlo si queremos respetar y homenajear a la palabra VERDAD.

Y si pensamos en la palabra JUSTICIA creo que, si bien nuestro sistema judicial deja muchísimo que desear y nuestros jueces (la mayoría de ellos) dan el peor de los ejemplos de mezquindad, egoísmo e ineficiencia, estamos mejor que en la dictadura. Puesto que con los fascistas que manejaron nuestro país entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983, no existió justicia, al menos para los que pensaban distinto. Porque no solo secuestraron, torturaron y mataron, inventaron un hipócrita paraguas protector con la palabra desaparición forzosa.

¿Dónde está mi hijo? Preguntaban madres y padres.

-No sé, respondían.

-Pero si se lo llevaron ustedes.

-No, habrán sido los guerrilleros, y entonces están desaparecidos.

Era la cobarde respuesta, vergonzosa en un militar. Pinochet y Franco, con todo lo salvaje que fueron no le dejaron a sus pueblos esta herida profunda que no cerrará nunca, mientras quede alguno con vida de las generaciones que vivimos intensamente esos años. Mataron pibes y pibas, vendieron a los bebes que nacían en cautiverio y no se hicieron cargo. No me jodan, alguno no habrá sufrido tanto, y tal vez económicamente estaba mejor, pero no había JUSTICIA, para homenajear esa palabra nuestra dirigencia debería ser más responsable y no pervertir al sistema judicial como lo está haciendo en democracia.

Y nosotros tenemos que exigir con más fuerza que no sigan bastardeando a la “justicia” de los tribunales.

No se puede recordar esos años sin hablar de la lucha armada. Fue, para mi generación, una opción. Al menos para los que nos gustaba la política. En lo personal desistí de esa posibilidad, porque consideré que terminaría fortaleciendo a la ultraderecha como finalmente ocurrió.

También para honrar a esas tres palabras que nos convocan y con honestidad intelectual, tengo que hacer referencia a la teoría de lo que se denominó “LOS DOS DEMONIOS”. Por un lado el demonio de los militares y por el otro el demonio de la subversión armada.

Sé que molesta a muchos y no tengo dudas que el verdadero demonio fue el terrorismo de estado. Utilizar discrecionalmente el poder para aniquilar no sólo a la guerrilla sino a todo el que pensaba distinto teniendo el aparato estatal es imperdonable. Pero haciéndole honor a las tres palabras que estamos venerando, MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA, tenemos que decir que la dirigencia de los montoneros envió a los militantes al muere, actuó con absoluta irresponsabilidad. Primero quiso utilizar a un líder político que los obreros amaban y a los que ellos nunca pudieron llegar, nunca la dirigencia “monto” logró sintonizar con los trabajadores, como sí ocurrió en otros movimientos armados de américa latina. Luego terminaron claudicando, negociando con integrantes de la junta militar y dejando solos, (que en esa situación era lo mismo que entregarlos) a los pibes que con auténtico convencimiento creyeron en esa posibilidad de llegar al poder a través de un movimiento armado.

Con todo convencimiento dije y digo que LA CÚPULA DE LOS MONTONEROS FUE EL OTRO DEMONIO.

Para terminar una historia cercana, de mi barrio.

Dos hermanos que vivían en la otra esquina. Uno siguió la carrera militar, el otro fue a estudiar abogacía y comenzó a militar en Montoneros. Los dos muy buenos amigos y buenos tipos. Buena gente.

Tuve la oportunidad de preguntarle por separado a ambos.

-¿Si te cruzas a tu hermano en un operativo qué hacés?

Los dos me respondieron:

-Tiro a matar.

Creo que esta historia resume lo que se vivió en esos años violentos.

Por eso siempre tenemos que respetar, venerar y honrar con hechos concretos y sin mezquindades estas tres palabras: MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA.

 

Raúl Ferragut.