La cervantina Norma Ríos cumplió el gran objetivo de competir en Trentino, Italia. Este fin de semana fue parte del Mundial X-Terra y se midió con las mejores atletas del planeta. Sin embargo, su carrera comenzó mucho antes. Cuando supo del cupo en esta competencia, inició la odisea de costear el viaje. A fuerza de colaboraciones, eventos y mucho sacrificio… pudo largar y cerrar el desafío. Se ubicó 8º en la división 40 a 44 años. Hoy, desde Milán, dialogó con La Carretera.

“Estoy muy cansada, han sido días muy movilizadores. Todavía sigo con la adrenalina de la carrera. Estoy muy feliz, muy contenta, gracias a Dios bien”, resumió Norma desde Milan, en una pausa en su viaje de regreso al país. “Yo me vine para Italia y uno de los chicos del grupo salió a conseguir plata, porque no llegaba. Hay que seguir pagando el viaje”, reconoció en La Carretera. “Si bien la que corro soy yo, se hizo tanto, se trabajó tanto y nos comimos tantas broncas. Pasamos una montaña rusa de emociones”, agregó en referencia a los amigos y familiares que la impulsaron a participar del X-Terra.

“Soy mamá, soy esposa y ama de casa, soy profe y después atleta. No tenía que fallar en nada de eso y a su vez, estar al frente de eventos para la recaudación de fondos. Y los chicos que me dieron una mano dejaron de lado su propia vida por ayudarme a mi. Yo sé que cuando yo llegué, llegamos todos. La meta no la crucé sola, la crucé con todos y cada uno de los que estuvieron ahí. Mi familia, mi grupo de amigos y de trabajo… todo aquel que aportó. Fue impresionante, no paramos ni un día de trabajar para estar acá“, enfatizó la corredora.

Sobre su viaje, Norma remarcó que fue duro enfrentar el desafío sola. Lo más difícil fue moverse en medios de transporte públicos con sus bolsos y su rodado de competencia.  “Tuve mucho apoyo y me sentí muy querida. Tuve días muy malos acá en Italia porque cuando llegué, llegué con el cuerpo destrozado. No solo por las horas de viaje, sino por el hecho de que ando con la caja donde está embalada mi bicicleta. Un bolso y otra mochila a cuestas, por tren y colectivo. Cuando llegué tenía un moretón en la cadera, se me inflamó, me afiebré. Tenía una contractura tremenda, me dolían las manos por la tensión de hacer fuerza con las cosas sola”, confesó. “Cuando caí que estaba acá, estuviera como estuviera, al otro día tenía que largar entera. Empecé a convencer a mi cabeza de que si estaba ahí era porque me lo merecía. Que no era casualidad”, comentó Norma.