“Este es el sismo número 30 en lo que va del año en la provincia de Neuquén, de los cuales solo 10 han ocurrido en zonas naturalmente sísmicas, como el complejo volcánico Copahue. Los otros 20 se han registrado cerca de áreas donde se está realizando fracking”, indicó Grosso. La correlación entre la actividad de fracking y los sismos es cada vez más evidente, y aunque la magnitud de estos eventos suele ser baja, su frecuencia y ubicación cercana a la superficie los hacen significativos.
La discusión sobre la relación entre el fracking y la sismicidad inducida fue un tema controvertido. Grosso comentó: “Mientras que anteriormente había voces que negaban esta relación, hoy en día son muy pocas y ya no se sostienen desde la academia. El hecho de que una zona que no era sísmica comience a registrar sismos tras la implementación del fracking es un indicio claro”.
La magnitud del sismo reciente, 2,9, puede parecer baja, pero la diferencia entre magnitud e intensidad es crucial. “Una cosa es la magnitud, que mide la liberación de energía, y otra es la intensidad, que es cómo lo percibe la población. Aunque el sismo fue de magnitud 2,9, al ocurrir a una profundidad de solo 8 km, su efecto en la superficie es mucho mayor comparado con un sismo natural que ocurre a mayor profundidad”, explicó Grosso.
Las empresas que realizan fracking en la zona tienen un sistema de autorregulación conocido como semáforo sísmico. Este sistema no está regulado por ninguna autoridad externa, ni por la Secretaría de Ambiente de Neuquén ni por la Subsecretaría de Hidrocarburos. “El hecho de que las empresas tengan un semáforo sísmico y se autorregulen indica un reconocimiento implícito de la relación entre fracking y sismicidad. Sin embargo, la falta de una obligación externa deja dudas sobre la capacidad real de este instrumento para mitigar sismos”, destacó Grosso.