En estos días es imposible soslayar dos temas casi permanentes en nuestro país. El primero de ellos es el avance del maldito “bicho con corona” que bate records y pareciera que no deja de avanzar. Ante tan drástico momento con hospitales colapsados y pacientes que deberían estar en terapia y tienen que dormir en colchones depositados en el suelo, pareciera que nos estamos dando cuenta que la cosa va en serio. Digo pareciera porque tengo miedo de pecar de optimismo ante tanta intolerancia por parte de la mayoría, y en esto debemos ser sinceros y honestos al menos intelectualmente para reconocer que el uso y abuso de la intolerancia no es patrimonio exclusivo de nuestra dirigencia política, sino de la gran mayoría.
No de todos por supuesto, pero con una mano en el corazón debemos mirarnos en un espejo y reconocer que nos cuesta horrores tolerar al otro. Ese otro puede venir en forma de recomendación, concejo, norma, decreto, ordenanza, ley o sentido común. El que puede tener algún vecino que nos pide que por favor que nos pongamos el barbijo, o bien que nos retiremos de un local porque el máximo permitido es dos y conmigo ya son cuarto.
Lo menos que ponemos es cara de culo, con perdón del culo porque hay algunos que son lindos de ver. Pero no me quiero ir del tema, tienen que estar todos los hospitales colapsados de la CABA y del AMBA, para que por fin se puedan sacar otra foto juntos, el presidente Alberto Fernández, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta y el gobernador de Bs. As. Axel Kichilof. Todavía no lo lograron pese al miedo que tienen, pero puede más el orgullo, la especulación y la prepotencia que el sentido común. Gana en definitiva la intolerancia.
Reina la intolerancia. Aprovecho para hacer un jueguito de palabras, en Inglaterra reina Victoria, Máxima en Holanda (Ahora Países Bajos), en Argentina la VICTORIA es de la MÁXIMA intolerancia, aquí reina la máxima intolerancia.
El otro tema insoslayable hoy es el del conflicto de la carne. Cabría un dicho popular y, ya que estamos hablando de carne, un producto que proviene de un animal, con perdón de los veganos, podríamos decir que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”.
Para no tener líos de género digamos también que la mujer es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. O tendríamos que decir que la mujer es la única animala que tropieza dos veces con la misma piedra. Menos mal que con la palabra piedra no tenemos problemas de género, lo único que falta ahora es que los hombres exijan que digamos lo piedro y los del “colectivo” les piedres. Dicho esto con todo respeto y lleno de dudas, eh!
Bien, volvamos a la reina intolerancia y la debilidad de la carne. Un tema en el que se ha intentado buscar caminos de acuerdos y se ha estado realmente muy cerca. Es más, se está elaborando un proyecto conjunto entre la gente del sector ganadero, los industriales cárnicos, los gremios, los frigoríficos y la dirigencia política que está en el ejecutivo y en el congreso.
Dardo Chiesa, que es el coordinador de esa mesa, nos dijo en un reportaje que que se está muy cerca de lograr una ley que permita el desarrollo de la actividad.
Mientras esto ocurre, el precio de la carne se mimetiza con los precios internacionales y se hace imposible para la mayoría de los argentinos, o sea para nosotros.
Empezaron las críticas de un lado y del otro, las mojadas de oreja, los amagues, las fintas, pero el precio sigue subiendo. Entonces el gobierno toma la medida más impopular entre la gente del sector, cerrar las exportaciones. La mesa de enlace con el respaldo de todo el sector convoca a una medida de fuerza. Involucro a toda la gente del sector porque no solamente los productores ganaderos la impulsan, están también los frigoríficos, la industria de la carne, los comerciantes y cuentan con el aval de la mayoría de los trabajadores, porque cuando se tomaron medidas similares muchos tuvieron que dejar sus trabajos. Con sólo mirar las estadísticas y los números posteriores al 2006, cuando se tomó una medida similar se puede comprobar esta afirmación. Lo peor de todo es que el precio bajó un poquito algunos meses y después se recuperó con creces. En síntesis todos pierden, una vez más gana la intolerancia.
Y una vez más pongo el ejemplo de Uruguay, acuerdo de sectores para exportar las pulpas y cortes más caros y vender más baratos para ellos en el mercado interno, los cortes que más les y nos gustan, entre ellos el asado.
Parece tan simple, pero no.
Mientras la REINA DE LAS VICTORIAS SIGA SIENDO LA MAXIMA INTOLERANCIA seguiremos patinando en este barro del fracaso y la frustración.
Raúl Ferragut